O nos rebelamos o fenecemos. -Agapito Maestre/LD-

La cuestión clave que tienen que discutir los partidos políticos es la revitalización de una Nación, España, que está en ruina.

No le falta sentido común a quien dice que «la educación, la política fiscal, la lucha contra el cambio climático, las estrategias para la migración u otros similares necesitan de un profundo y permanente debate entre los políticos para dar respuesta a retos complejos y cambiantes.» Pero esa razonable queja desaparece al instante, se esfuma como todos los lloriqueos cínicos, si no se acepta que la cuestión clave que tienen que discutir los partidos políticos es la revitalización de una Nación, España, que está en ruina. Mas la desaparición de la Nación es algo que no están dispuestos a reconocer ni el Gobierno ni la Oposición. Tampoco la mayoría de la prensa se atreve a criticar esa ceguera o servidumbre voluntaria de los partidos políticos.

Por lo tanto, si no aceptamos que los políticos españoles de hoy, como los de la vieja Restauración de Cánovas, se han constituido en casta sin otro móvil, cito textualmente al delicioso Galdós, que «tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático», entonces carece de viabilidad cualquier crítica a un «sistema político» que nos lleva a todos al borde del precipicio. Es obvio que solo hay una salida en estos momentos para empezar a tener alguna «esperanza»: ¡Elecciones ya! No veo otra forma de rescatar el «espíritu de regeneración» que surgió hace unos años con la aparición de dos nuevos partidos. ¿Qué hacer para forzar esa convocatoria electoral? Se me ocurren muchas cosas, pero creo que ninguna es realista, entre otros motivos, porque los «españoles» duermen, o peor, están medios moribundos asándose en las playas. Poco espero de un gentío que le va la marcha fúnebre de una España de cantones y perroflautas. La mayoría desconoce por completo la situación política, moral y, sobre todo, cultural del país. Creen que esto está mal pero aguantará. ¡Pobres majaderos! Ahora, como en los viejos tiempos de la otra Restauración, el pueblo nada sabe, nada sospecha, o sea, «se enterará de la nueva esclavitud cuando ésta ya no tenga remedio.»

Mientras tanto, mientras Sánchez gana tiempo para retorcerle el brazo a todos sus adversarios, recordémosle permanentemente que su moción de censura era para convocar elecciones generales. Mientras Sánchez utiliza hasta la extenuación todos los aparatos del Estado en beneficio propio, afirmémonos en la crítica a todos los medios de comunicación que apoyan cínicamente este tiempo de vacuidad política. No valdrá para mucho, pero es un desahogo, una forma de afirmación moral de nuestra quebrada voluntad de ciudadanía. En fin, carezco de las palabras adecuadas para salir de esta ruina política, pero, mientras se inventan otras, me apunto a las últimas que escribiera uno de los más grandes escritores españoles de todos los tiempos: » Alarmante es la palabra Revolución. Pero si no inventáis otra menos aterradora, no tendréis más remedio que usarla los que no queráis morir de la honda caquexia que invade el cansado cuerpo de tu Nación. Declaraos revolucionarios, díscolos si os parece mejor esta palabra, contumaces en la rebeldía (…). Constituirá el único síntoma de vida».

Pues eso: o nos rebelamos o fenecemos.

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